Yo quiero que mi hija se case con el capitán Moroni



Todo lo que hacemos tiene una determinada ideología, responde a ciertos conceptos que hemos elaborado y que por lo general responde a las circunstancias que nos rodean, y es una manera de aceptar, o cuestionar, o mediar, con la manera en que nuestros contemporáneos ven al mundo.
Pongo el ejemplo concreto. Por muchos años en Europa se dio el cuento fantástico popular. Allí se nos plantea una manera de ser de la mujer, y es una visión muy rica, es la visión del pueblo (y es una lástima que eso o no exista, o se haya perdido en los pueblos de América en la época de la Colonia. ¿Había una cultura de relato oral? ¿O era tal el afán de callar lo que era autónomo a la Iglesia, que se les dejó mudos por siglos? No lo sé). En esta visión de la mujer caben muchas mujeres: la mujer a veces es cruel, taimada, o inocente, o envidiosa, o sensual y sexual. En los cuentos reunidos por Calvino, Afanásiev, los Grimm, hay de todo tipo de mujeres. 

El problema empieza cuando viene una especie de democratización del cuento popular. En el cuento fantástico popular hay mujeres de todas las condiciones sociales, pero entonces, en algún momento de la historia, a alguien se le ocurre la idea de que todas las mujeres son princesas, y eso elimina la rica variedad de mujeres que aparecen en el cuento fantástico popular. Si todas las mujeres son princesas, todas las mujeres deben comportarse como tales. Esto es muy conveniente, porque estandariza y cuando estandarizas es mucho, mucho más fácil dominar. Y no es que quiera ver la vida como una constante lucha de clases, muy a la Marx, sino simplemente que uno poco a poco es consciente de que la historia de este planeta es la historia de una interminable variante de opresiones sociales. 


Así que de repente todas las mujeres son princesas, aunque sean muy pobres y nunca en su vida vayan a batallar por simplemente conservarse dentro de la casi inexistente clase media. Y de eso a que un sumamente astuto comerciante (Walt Disney) nos venda su concepto de “Princesas de Disney”, hay solo un paso. Y sí: afortunadamente existe Pixar, y también las princesas evolucionan. Por fortuna están Bella —que lee, piensa, y no busca solo el aspecto físico—, o Mérida —que se sale por completo del molde de las otras princesas— pero lo cierto es que en general la idea de las princesas de Disney es mala, como es mala la idea de que toda niña es una princesa, porque esta idea genera conductas y expectativas. Expectativas que no se cumplen, y conductas que llevan a las niñas a la espera pasiva de que llegue un príncipe (es decir, un joven que tiene que ser físicamente atractivo, rico y noble) que les solucione la vida. 


Esto genera un esquema que causa mucho daño en hombres y mujeres. El arma o anzuelo o papel —para ellas— del papel de “la damisela en peligro”, y donde uno como hombre es educado para responder como “el hombre caballeroso que debe ayudar”. A ellas las hace pasivas y, cuando son conscientes de que esto puede ser un arma-anzuelo muy efectivo, una perfecta trampa para hombres, les da una herramienta poderosa de poder. Y al hombre le puede dar nobleza, pero cuando no es consciente de que se usa con intención, lo vuelve la víctima perfecta. Por un deber ser, cae facilito en las garras de quien sepa emplear esa estrategia.

Pero bueno, regresemos al tema. Evidentemente esta idea de las princesas de Disney no solo es una manera perfecta de exprimir el bolsillo de los papás de niñas pequeñas, sino que aparte genera conductas que no son las que un padre consciente desea para sus hijas. Diferentes padres del mundo tratan de rebelarse contra este esquema de crianza de sus hijas y lo hacen de diferentes maneras. Y de repente en la Iglesia a alguien se le ocurre dar el salto y —sintiéndose muy espiritual— cambiar la imagen del príncipe azul, por la imagen del capitán Moroni. Me imagino que, al fin y al cabo, hasta nos lo podemos imaginar montando a caballo, ¿no? Es el príncipe encantador con una cualidad más, que domina sobre las que tiene el príncipe común y corriente: es espiritual. 

El gancho es perfecto. Lo curioso es que la imagen que tenemos del capitán Moroni por lo general es sesgada. Mormón, que tuvo acceso a mucha información que nosotros no tenemos, lo ve a la distancia y aunque lo admira (no en balde le pone ese nombre a su hijo), nos indica que el capitán Moroni era irritable, intolerante y se desesperaba: “Y Moroni estaba irritado por la terquedad de los lamanitas” (Alma 44:17). En cambio, descrito por alguien que lo conoció de cerca y lo admiraba mucho (Helamán), el capitán Moroni era prácticamente un símbolo de Cristo: 

“Sí, en verdad, en verdad os digo que si todos los hombres hubieran sido, y fueran y pudieran siempre ser como Moroni, he aquí, los poderes mismos del infierno se habrían sacudido para siempre; sí, el diablo jamás tendría poder sobre el corazón de los hijos de los hombres” (Alma 48:17).
Claro, esta es una imagen parcial del capitán Moroni. Si me permiten, veamos una imagen más completa de este hombre extraordinario en ese mismo capítulo, vv. 11-13 (el subrayado es mío):
“Y era Moroni un hombre fuerte y poderoso, un hombre de un entendimiento perfecto; sí, un hombre que no se deleitaba en derramar sangre; un hombre cuya alma se regocijaba en la libertad e independencia de su país, y en que sus hermanos se libraran de la servidumbre y la esclavitud; sí, un hombre cuyo corazón se henchía de agradecimiento a su Dios por los muchos privilegios y bendiciones que otorgaba a su pueblo; un hombre que trabajaba en gran manera por el bienestar y la seguridad de su pueblo. Sí, y era un hombre firme en la fe de Cristo; y había jurado defender a su pueblo, sus derechos, su país y su religión, aun cuando tuviera que derramar su sangre”. 

Moroni era un hombre al que se le habría ido la boca de lado si viera cuántos de los hermanos de la Iglesia hoy día son política y socialmente apáticos; que defienden la teoría del esfuerzo individual, que son clasistas y racistas, y llaman “Chayros”, o "Pejezombies" a los que luchan por su patria (porque para muchos, cualquiera que critica al gobierno, auqnue AMLO no tenga vela en el entierro, ya es un "pejezombie"). Moroni, si hubiera nacido en el mi país, en mi época, estaría luchando por la vía armada en contra del gobierno de Enrique Peña Nieto, o estos versículos están hablando de otra persona o, si estoy equivocado, por favor que alguien me corrija.

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